Aprender un idioma tiene algo de
viaje. Para conocer y entender lo ajeno es imprescindible
convertirse en el otro, en el nativo. Y dejar de ser “el extranjero”. Hay que
trata de capturar los sonidos y un especial ritmo al hablar, de apropiarse de
nuevas percepciones, de palabras que afloraron para
dar cuenta de ciertos elementos en ciertos lugares, que no son nuestros, de
dejarlos enraizar a fuerza de escribir y leer. Es entonces, el conocimiento de
las palabras, la facultad de aprehenderlas, lo que permite mimetizarse en el
otro, en el ser nativo.
Las palabras retratan y definen
al mundo pero lo hacen desde un punto de vista, desde una perspectiva que es
local, que es de alguien, de un espacio, de un tiempo. Y esa región, sus
atmósferas, sus sabores, sus colores, su música, sus paisajes se
infiltran, penetran profundamente y de diferentes maneras en los sonidos,
la cadencia de un idioma.
La categoría de las sensaciones y sentimientos es
especialmente distinta. Una canción de amor, traducida de un idioma a otro, ya
no es la misma. En realidad, las palabras al hablar de los sentimientos, se ven
contaminadas como nunca por experiencias, olores, figuras, recuerdos,
pretensiones y suenan difernete. Las que vienen desde otras regiones traen
nuevos ecos, no nos conectamos con ellas de la misma manera que con su
equivalente en castellano, profundamente imbricado en nuestra historia
personal. Así ocurre que a veces, las frases de amor en otro idioma parecen más
reales o distantes del lugar común, quizás al ser más lejanas, menos
familiares. O puede que sea un tema fonético, sonoro; con la manera de emitirlo, donde el modo atraviesa siempre al contenido.
El asemejar el aprendizaje de un idioma con un
viaje supone hacer una interpretación no lineal del proceso, sino recursivo, en
el cual existe una permanente retroalimentación entre la cultura y el idioma.
No se trata solo de llenar una vasija con nuevas palabras, sino entrar en juego
con los sentimientos, percibir la realidad, costumbres, y un sin fin de
aspectos que quien emprenda el viaje ira incorporando en el proceso de
aprehender aquello, lo otro, hasta sentirlo propio: formar parte de…
Entonces, lo importante a la
hora de aprender un nueva lengua, al momento de estar de viaje, es siempre lo
mismo: partir de escuchar de una sinfonía de ruidos desconocidos, ver dibujos
extraños que observamos como alguien que admira un hermoso paisaje o, mejor
aún, un raro animal, y terminar por encontrarle el sentido.
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